miércoles, 30 de diciembre de 2015

R de ritual

En el cielo casi sin estrellas de esta gran ciudad no se ve la luna. Afuera el tránsito va dejando lugar al murmullo constante y apacible de ruedas que giran sin apuro a lo lejos y las campanas de la iglesia marcan las diez  para quien quiera escuchar.
Fin de año es una época de rituales. Rituales para limpiar el cuerpo, la cabeza, la casa, las relaciones. Rituales para dar cierre a las cosas que terminan y rituales para cargar las energías para las que vendrán.
Mi ritual hoy fue una clase de elongación.
Hay algo que le sucede al cuerpo cuando elongamos: le exigimos a nuestro músculo hasta el punto de resistencia, aquél donde aparece el dolor, y después le exigimos un poco más. Bastante más, hasta que el dolor nos da un nudo en el estómago y cosquillas en las extremidades y temblores y ganas de llorar.
Y sin embargo, quién más, quién menos, todos resistimos.
“Me estoy muriendo” le digo a la profesora con la fuerza que me queda para hablar.
“Vas a sobrevivir. Nadie se muere” me responde.
Como casi siempre, no estoy segura si habla del ejercicio o de la vida.
Elongar demuestra que, aun cuando creemos que llegamos a nuestro límite, si nos animamos a soportarlo siempre se puede un poquito más.
“Inspiro, llevo aire a la zona que duele, suelto. No se olviden de respirar”.
Sus palabras suenan como un mantra en el salón a oscuras a causa de un repentino y afortunado corte de luz. Cada célula de nuestros cuerpos transpira el agua que no sabíamos que teníamos acumulada; y nos dejamos hacer ante las manos del compañero que nos exige a ir un poquito más lejos.
 “Respiren. Y piensen en otra cosa”.
Pero el dolor no te deja pensar.
Y es gracioso cómo funciona el cuerpo. Volver al lugar de reposo duele más que exigirle al músculo que ceda ante la presión que lo lleva más allá de su límite. Pero cuando al fin relajamos las fibras agotadas, sucede el milagro y el dolor se transforma en algo así como una calma y una paz.
Somos estrellas de cinco puntas recortadas sobre el piso blanco y frío. Una voz que llega desde lejos nos pide que cerremos los ojos y que sintamos como la gravead nos aplasta contra el suelo que nos recibe y nos sostiene. Respiramos pausadamente sintiendo cómo cada célula recupera el oxígeno que le hemos negado y un cosquilleo nos adormece las manos, los pies. Tenemos conciencia de cada músculo que se apoya los mosaicos, de cada tendón que se relaja, de cada articulación que cede en el punto de máxima comodidad. Cada cosa está en su lugar sin que la estemos pensando.
Los omóplatos en el suelo se mueven al ritmo de nuestras respiraciones pausadas. Y nos piden que pensemos. Que pensemos en buenos momentos del año que se va que nos sirvan de sustento para el año que llega.
“Elongamos las piernas para relajarlas y liberarlas de los pesos para poder seguir caminando” dice la voz y con los ojos cerrados empiezo a dejar que lleguen los recuerdos que serán mi paz.
Las lunas llenas.
Un colibrí que ha hecho nido en un patio.
Un libro a la luz de un velador.
Dos mujeres corriendo en un parque oscuro para ver el árbol de Navidad que se enciende.
Las cosquillas en el cuerpo antes de un beso.
Un pasaje, una mochila, una ruta.
Las cumbres nevadas recortadas sobre un cielo gris.
Un ángel que baila en puntas de pie bajo los cenitales de un teatro lleno.
La liviandad del alma que se levanta contenta para ir a trabajar.
Una sonrisa que es como un hogar.
Ese otro dolor de la aguja que fue tiñendo de tinta una piel demasiado ansiosa de recibirla.
Pieles que se encuentran.
Un escenario lleno de risas compartidas.
Una plaza llena de perros que juegan.
El equilibrio en una tela a cinco metros sobre el suelo antes de arrojarme hacia adelante y caer.
Los balanceos sobre un trapecio al que pensé que no me animaría.
Un archivo que se va llenando de palabras hasta que de pronto tiene la forma y la consistencia y el color de una tesis.
Un blog.
Un mensaje que llega diciendo que no importa lo que pase, siempre seré  la amiga adorada.
El abrazo justo en el momento justo.
El regalo bajo el árbol que dispara lágrimas de felicidad ante la inmensidad de mi fortuna.
Y esas mismas lágrimas que caen y cada exhalación suelta aquello que hizo mal porque ya no importa. Hoy no importa.
El cuerpo que busca la posición fetal para reencontrarse con el útero materno.
Nacer de nuevo.
Y fundirme en la noche casi sin estrellas de la gran ciudad en el más absoluto silencio.
En el dolor y en la calma hoy tuve mi ritual. 2016 te estoy esperando. Ya tengo las piernas y el alma listas para caminar. 


domingo, 27 de diciembre de 2015

Q de querer


Saber lo que queremos está muy sobreestimado. Terminás el colegio y con 18 años tenés que saber qué querés ser "cuando seas grande". Tenés 24 años, estás terminando la Universidad como podés y tenés que saber de qué querés trabajar de entre todas esas posibilidades que te brinda tu carrera. Tenés 27 o 28 y como mujer tenés que saber si querés o no formar una familia, porque en un abrir y cerrar de ojos ya estarás en la "edad ideal" para hacerlo. Y así cada año que cumplís la misma historia, siempre la pregunta, cada año que pasa el apremio de un nuevo mandato aunque nadie te lo diga. Siempre tenés que saber qué querés porque sino, ¿cómo saber hacia dónde estás yendo y si estás haciendo lo necesario para llegar ahí?

Hoy vengo a decir que la verdad no sé. No sé qué es lo que quiero, mucho menos sé si eso que quiero es lo que esperan de mí.

No sé de qué quiero trabajar, no sé si la carrera que elegí va a ser la que me alimente todos los días, no sé si quiero casarme o a tener hijos. Sinceramente no lo sé. 

Sólo sé que quiero viajar mucho. Irme cada tanto con la mochila sobre los hombros y el corazón contento para poder volver a donde están los afectos. Que quiero escribir, que quiero hacer sentir a otros con mis palabras lo que otros me hacen sentir a mí cuando los leo: que alguien siente como yo, que no estoy sola. Quiero bailar, volar, seguir aprendiendo, conocer cosas nuevas. Explorarlo todo, dejarme llevar por la curiosidad, descubrir que a lo mejor hay algo que es para mí y que nunca se me había ocurrido. No planear tanto y en cambio vivir más, sin mapas, para que el destino me lleve a donde me tenga que llevar.

Quiero conocer gente y ser la mejor amiga de mis amigas. Aprender de todos los maestros que tengo alrededor, escuchar, decirle a la gente que la quiero, no necesitar más razones que querer para hacer las cosas. Quiero regalos sin fechas y juntadas sin motivos, ganas de hacer cosas juntos, abrazos porque sí, porque podemos.

Quiero pasar más tienpo al aire libre y menos tiempo entre cuatro paredes y frente a una pantalla. Deshacerme de a poco del celular hasta que lo que más valga vuelva a ser vernos cara a cara y escuchar nuestras voces. Recordarme todos los días que la vida es eso que pasa afuera mientras uno está mandando mensajes por whatsapp.

Quiero no saber y que esté bien. Permitirme la incertidumbre y disfrutarla.

Quiero que llegado el momento, me anime aún no estando lista. Y que esa sea la mejor decisión.


Entre Austria e Italia hay una parte de los Alpes llamada Semmering. Es una zona muy alta, terriblemente empinada. Ahí construyeron una vía férrea para conectar Viena y Venecia mucho antes de que existiera el tren que pudiera hacer ese recorrido. Las construyeron porque sabían que algún día el tren llegaría."
- de la película "Bajo el sol de Toscana"


miércoles, 9 de diciembre de 2015

P de promesa



Querida yo: 

Acá estamos. Con todos los mambos y las locuras que llevamos encima, lo estamos intentando. A veces un poco mejor, a veces no tanto, pero lo estamos intentando y cada tanto sentimos la satisfacción de que estamos haciendo las cosas bien. 

Quisiera poder prometerte que siempre vas a sentirte feliz. Que va a ser fácil y que si no lo es, al menos siempre voy a poner lo mejor de mí para calmar las tempestades. Que siempre voy a tirar para adelante, que si no lo consigo antes, al menos voy a detenerme justo un instante antes de empezar a caer.

Pero sé muy bien que es mentira y que, además, vos no me vas a creer. 

Te prometo, en cambio, aquello que voy a cumplir, aún cuando me cueste el mayor de mis esfuerzos (ese que, demasiado seguido, no estoy dispuesta a hacer. Pero te estoy prometiendo, y esta vez sí va a suceder). 


Te prometo que te voy a regalar los ratos que necesitás para que nos encontremos y charlemos de las cosas que nos pasan, que cuando necesites que te sacudan lo voy a a hacer y que cuando vos vengas a calmarme, voy a morderme la boca para no protestar. Que vamos a empujar las dos para el mismo lado cuando haga falta hablar, que cuando sientas que se te fueron los ánimos de todo, yo te voy a dar un poquito más y quizás así lleguemos. Que voy a pedir ayuda cuando la necesite, sólo si vos me prometés que vas a reírte más fuerte y a jugar sin vergüenza y a dejarte ser. Te prometo que con cada día que pase vamos a soltar un poquito más y que cuando estés aferrándote a cosas que te hagan mal voy a hacerte cosquillas en las palmas de las manos para que dejes ir. Te prometo que no me voy a reír cuando quieras actuar o cantar ante otros y que me voy a amigar con esa manía que tenés de llorar por todo, no importa el lugar o la situación. Después de todo, somos como somos.

Te prometo que me voy a sentar a estudiar, si vos me prometés que vas a ser libre. Y que voy a deshacerme de los miedos, si vos me prometés que vas a estar dispuesta a dejarte llevar. Que voy a cuidar más de las personas que amamos y que voy a hacer todo el esfuerzo para ser un poquito menos egoísta e infantil. 

No puedo prometerte que siempre vamos a estar bien, pero te prometo que vamos a intentarlo. Y que por muy enojada que pueda estar con el mundo a veces, no te voy a culpar. Que voy a ser más agradecida y más cariñosa con vos y con los demás. Que siempre te voy a querer. 

Prometeme, a cambio, que vos vas a dejarte querer. 


martes, 8 de diciembre de 2015

O de orgullo




Está nublado y llovizna y el parque está desierto, justo como me gusta a mí y te exaspera un poco a vos porque eso a lo que no estás acostumbrada te descoloca. Vení, sentémonos en el pasto bajo ese árbol verde primavera en esta tarde gris y repasemos los motivos por los que estamos orgullosas. No repitamos esas frases de slogan publicitario ni de mantra de pertenencia, no. ¿Orgullosa de ser mujer, orgullosa de ser gay, orgullosa de amar a la persona que amamos, orgullosa de que alguien nos distinga por algo, orgullosa por qué? ¿Por ser como somos, por las veces en que damos lo mejor que tenemos, por los momentos en que hacemos las cosas bien?

Orgullo por todo eso no, el orgullo es de otro orden, tiene que ver con otras cosas.

Por eso vení, brindemos con limonada por las cosas que nos hinchan el pecho de orgullo. Por las barreras vencidas y los miedos conquistados, porque aún con nuestros altibajos estamos lejos de esas personitas grises que solíamos ser. Por plantarnos ante esa persona que nos dijo que no podíamos por ser mujer o ante ese otro que nos dijo que no podíamos amar a quien sentíamos. Por animarnos a querer sin escondernos porque amor es amor, por animarnos a entregarnos aunque a veces salimos con el corazón roto y el alma cansada. Brindemos por todas las veces en que nos atrevimos, por todas las veces en que confiamos, porque nos subimos a esa tela que nos aterraba, porque aceptamos ese trabajo que no creíamos poder hacer, porque bailamos y disfrutamos aunque nos rompimos las rodillas en el intento, porque al que dijo que era imposible le negamos el poder de aferrarnos.

Brindemos porque aunque lloramos mucho, perseveramos aún más. Porque vos te armaste de hasta lo que no tenías para sobreponerte a las malas jugadas que te dio la vida y porque aunque me llevó tiempo, yo empecé a darme cuenta de a poco de las cosas que tenía y que tengo para ser, para dar.

Porque aún a tropezones, pudimos.

Brindemos porque el camino fue largo y aunque mil veces quisimos abandonar, estamos llegando a la meta. A la primera de ellas, al menos. Porque yo te dije que podías y vos me dijiste que podía y nos repetimos frases en las que creíamos pero que no sabíamos como aplicar a nuestras propias vidas, para ayudarnos a llegar a ser esto que ahora somos.

Brindemos por el orgullo de haber dejado los orgullos de lado para encontrarnos y cuidar nuestra amistad.

(Te paso la limonada y te pido a cambio una sonrisa. Brindemos por el orgullo de, en un mundo a veces tan oscuro, ser aún capaces de hacernos reír.)


jueves, 3 de diciembre de 2015

S de soltar



¿Te acordás de esa lista que hiciste en enero del año pasado? Quizás la hiciste un poco antes y el Año Nuevo te encontró con tu lista de deseos y proyectos ya reposando debajo de la almohada o dentro de tu libro preferido... Esa que como te enseñó algún maestro, no está escrita en infinitivo ni en condicional sino en un presente rotundo, para que tenga más fuerza y el Universo o Dios o los santos respondan. La que decía que ibas a remodelar tu living, que ibas a empezar salsa, que te ibas a rapar o a animarte a teñirte el pelo de colores. La que decía que te ibas a recibir, que ibas a conocer las Cataratas, a comprarte una moto, a ahorrar para tus próximas vacaciones, a cambiar la compu. Quizás con el paso de los meses fuiste haciendo otras listas, comprar tal libro, hacer arreglar tal mochila, comprarte un reloj o una tostadora, salir a cenar con tal, llamar a tal otro, tomar una clase de jardinería, aprender a cocinar tal cosa. Quizás ni siquiera escribiste nada pero llevás la lista en la cabeza. 

¿Te ubicás ahora?

Y entonces se acerca fin de año y empezás a hacer balances y pasás todas las cosas pendientes (que son más de las que vas a admitir) a una lista nueva, prolija y bella, porque este año sí va a suceder.

Pero... ¿va a suceder? Seguís diciendo que vas a empezar el gimnasio, que vas a llamar a esa tía que hace tanto que no llamás, que vas a comenzar a usar la bicicleta para ir a trabajar, que vas a adelgazar diez kilos (y te vas a mantener en tu peso una vez que llegues a él), que vas a comprar eso que tanto te gusta para decorar tu pieza... Pero hace años que venís diciéndote lo mismo y seguís posponiéndolo de una lista a la próxima... 

Agarrá la lista del año que ya acaba. Si son muchas, juntalas, si está sólo en tu cabeza, ponela en papel. Y leela, pero de verdad leela, y detenete el tiempo que haga falta en cada uno de los items. ¿De verdad querés cada una de las cosas que están ahí? ¿De verdad te importan, de verdad querés cumplirlos? ¿Siguen significando lo que significaban la primera vez que los apuntaste?, o mejor: ¿alguna vez significaron algo?

Todo lo que queremos y no cumplimos ocupa espacio en la cabeza y gasta energía, nos desgasta y nos desenfoca. Como un programa en la computadora que está minimizado y se sigue ejecutando aunque no lo estemos usando. Si amontonás muchos programas de pronto el Word tan sencillo que estabas usando se cierra y se te tilda todo, porque el procesador no da más de tantas cosas que está haciendo al mismo tiempo aunque vos, que sólo estabas escribiendo, ni te diste cuenta. Cuando nos acordamos de eso que no hicimos (porque siempre nos acordamos, si está ahí agazapado, flotando en el inconsciente) nos lamentamos, y cada vez que lo pateamos para adelante o que no sucede nos agarra como una frustración a la que de a poco nos vamos acostumbrado hasta que es sólo un malestar: y bue, el próximo año será.

Y no, no va a ser. Ya lo había dicho Newton: un cuerpo en reposo tiende a permanecer en reposo si no sufre la acción de una fuerza. Y la fuerza somos nosotros: nuestra voluntad, y nuestras ganas. Sobre todo nuestras ganas.

Y si ya no tenés ganas, ¿para qué? Tenés la lista en la mano. Todavía te quedan 28 días, ¿cierto? Sacá el turno a la peluquería, llamá a quien tenías que llamar, empezá a leer esa novela que tenés hace seis meses arriba de la mesa de luz, limpiá ese cuartito al que no entra nadie, andá a comer a ese restaurant que tenés tantas ganas de conocer, comprate las zapatillas que querías. Abrite un plazo fijo y meté los $400 que tenés en la mano para empezar a ahorrar, que por algún lado hay que arrancar.

Y sincerate. Tachá todo lo que ya sabés que no vas a hacer (ni este mes, ni el año que viene, ni  ningún año) porque realmente, si tenés que ponerte a hacerlo, se te van las ganas. No vale el esfuerzo o siempre hay algo más urgente o más interesante para hacer. Quizás al final no era tan importante, o quizás no es el momento, y de acá a cinco o seis años te encontrás con que el deseo resurgió y esta vez es en serio. Y lo que tachaste de verdad dejalo ir, sin culpas, sin sentir que estás fallando, sin quedarte pensando que en realidad vos medio como que en el fondo sí querías, y que lástima que te colgaste che. SOLTALO. Que deje de ocupar energías que podrías estar enfocando en otras cosas que sí importan.

Que cuando te sientes a hacer la lista para el 2016, esté llena de cosas nuevas. De cosas que nunca habías pensado, de cosas que de sólo ponerlas en el papel te emocionan.

Y que cuando el año ya haya pasado lo que te sobren sean recuerdos, y no pendientes. Que de momentos y de recuerdos está hecha la vida. 

"No hagas el cambio tan complicado.
Sólo comienza..."


martes, 24 de noviembre de 2015

Ñ de niñez


No recuerdo haberme sentido niña mientras lo era... Entonces pienso, ¿qué es la niñez sino el recuerdo de lo que alguna vez fuimos? Recuerdo que se niega a la tristeza y se construye con todos los fragmentos de tiempos felices, esos donde la sonrisa era el estado natural y el juego, la regla, aún cuando mirando hacia atrás podamos rescatar del olvido también los tiempos difíciles, las lágrimas, las desilusiones, las soledades...

Entonces recuerdo. Recuerdo jugar a las muñecas con mis hermanas, recorrer en auto la ciudad cantando hasta el cansancio esas canciones que nos gustaban tanto, la casa de mi abuela gigante, helada, acogedora, las tardes cocinando y las noches pasadas con ella mirando Silvestre y Piolín. Los libros para pintar, las figuritas que  comprábamos a la salida de la escuela, intercambiar papeles de carta en los recreos, el heladero del barrio que nos daba los pedazos más grande de chocolate cuando íbamos a comprar granizado un domingo a la siesta. Las tardes en el parque con la bici, las raquetas de tenis, la pelota de voley, la perra y las galletitas dulces, almorzar en el patio del Shopping del Siglo con mis amigas de danza, reírnos hasta las lágrimas por cualquier pavada. Los cumpleaños en las casitas de fiestas con peloteros y laberintos, las Navidades en una mesa larga con tíos y primos que habitualmente no veíamos pero que queríamos mucho y mirar los fuegos artificiales desde la terraza enorme de su casa. Los paseos en botecito en el Parque Independencia, las dormidas, mirar el Fantasma Escritor y jugar a que éramos los chicos de S Club 7, tirarle miguitas a los pájaros en un patio que parecía una selva y acostarnos a dormir escuchando música en un pasacasettes. Inventarle cuentos a mi hermana más peque hasta que se quedaba dormida.

¿Dónde termina la niñez? 

Si dicen que todos llevamos un niño dentro que no hay que dejar morir. 

Si todavía me gusta reírme a carcajadas y quedarme mirando el final de Matilda aunque la vi mil veces. Si todavía armo planes de pijama party con mi mejor amiga para ver películas que nos sabemos de memoria, comer cosas dulces hasta empacharnos y seguir hablando hasta la madrugada tiradas en la cama con las luces apagadas. Si el parque pide que compre pororó y el Laguito del Parque Independencia me sigue guiñando el ojo para que me suba a sus botecitos.

Cómo creer que la niñez pasó si cada tanto me entran una ganas tremendas de aprender algo nuevo, como pintar o tocar el piano o tirar con arco y flecha, andar en rollers, bailar, cantar o hablar otro idioma. Si todavía amo contar historias y si sigo cantando a los gritos las mismas canciones de siempre, esas que me llevan a un auto superpoblado que recorre despacito el camino de las Altas Cumbres una tarde de verano. Si las Fiestas siguen generando en mí la misma alegría infantil que generaron siempre, aunque la gente haya cambiado y algunas costumbres, también.

Detrás de esa niñez ya vivida, esta otra niñez que le trae vientos de vida a la adultez a la que la sociedad y una misma le reclama tantas cosas, tantas veces. Porque hay adrenalinas que mejor nunca perderlas, porque cada tanto hay que volver a vivir una "primera vez" para recordar que vivimos y que podemos.

Sobre todo eso. Sobre todo que podemos.




sábado, 14 de noviembre de 2015

N de norte


"Tal vez no tengas el control de todo lo que te sucede, 
pero si de lo que quieres hacer con ello".


Lo capcioso de esa frase es que casi nunca sabemos que queremos hacer con eso que nos pasa.
Me muerdo la lengua porque no tengo como morderme la mente. Lo que quiero es dejar de pensar, acallar las voces que intentan convencerme de juicios siempre contradictorios, serenarme para con los ojos limpios darme cuenta que había luz detrás de la bruma espesa que no me dejaba ver.
Lo que quiero es soltarlo todo y sólo quedar yo (sólo yo, sin el miedo, sin la culpa) y hacerme brisa. 
Deshacerme de esa parte de mí que no me deja ser libre. Aceptar lo que no es y quizás nunca será y contra toda circunstancia abrir los brazos y dejarme llevar, dejarme caer.
Perdonar las circunstancias, hacerme amiga de lo que no es como quisiera, amar sin peros y entender que a veces que no sea justo no quiere decir que esté mal. 
Aprender a convivir con eso pero escucharme; nunca tirar más allá del punto donde voy a romperme.
Que el viento me levante y me aleje de ese centro al que estoy tan aferrada para dejar de sentir que el peso de ser me hace chiquita.
Deshacerme de todos los nortes conocidos para quizás así encontrar el propio.
Que no importe, que no me importe.
Que si me importa, que no me duela. 
Que aceptar no sea resignarse y comprender tenga algún sentido.
Pero en realidad... no sé lo que quiero.
Por eso en días así me vuelvo letras.


jueves, 29 de octubre de 2015

LL de lluvia




Cada tanto sale el sol. Brilla, caliente, y te hace cosquillas.
Pareciera que al fin todo va a estar bien.

Pero después el cielo se cubre de nuevo y descargue implacable el agua que siempre estuvo ahí, a la espera.

Hay días en que se me hace que el modo habitual del tiempo es llover
y el sol es apenas una tregua.

(Y pienso: qué temor el día en que en lugar ojos apretados ante tanta lluvia, yo me haga temporal)


lunes, 26 de octubre de 2015

M de mujer



Escucho. 
Comprendo.
Juzgo. 
Callo.
A veces grito.

Reconozco que no soy ni la primera ni la más especial, que tampoco seré la última. Me vibran en la sangre las mujeres que me precedieron, que me engendraron, que me hicieron esto que soy. Me doblo, sufro, me resigno, pero también me levanto, resisto, me rebelo como ellas y contra ellas. Llevo en mis células lo que fueron y lo que son, lucho en su contra y me arraigo en su ser porque no hay manera de formar mi identidad desprendiéndome de las suyas. Soy una continua bifurcación de las mujeres que llegaron antes de mí.

Me hago nido, refugio.
Acompaño.
Sostengo.
Me dejo sostener. 

Pertenezco a un género que no teme mostrarse vulnerable y al mismo tiempo niego constantemente esa esencia colocando sobre mí todas las corazas. Al final fracaso todas las veces porque la herencia es más fuerte y sólo hace falta un corazón que toque el mío para resquebrajar mis paredes y que por mis grietas salgan miedos y angustias y entre luz.

Agradezco que haya en mi vida mujeres con ese poder de desatar mis fantasmas. 

Engendro.
Crezco.
Maldigo.
Me enojo.
Me deshago.
Me rindo.

El mundo me engulle y dejo que entre por mis poros más polvo del que puedo soportar, creyendo que quizás esta vez sí pueda resistirlo. Como todo en la Naturaleza, me adapto al cambio y cuando no puedo hacerlo muero y renazco y vuelvo a morir mil muertes para volver a nacer todas las veces.
Soy un ser en constante transformación.
Algunas veces (tan sólo algunas) me hago más fuerte.  

Me duele el mundo. 
Me duelo.
Me escondo. 
Lloro.

El dolor de los mundos internos y externos se me hace nudo en la garganta y siento que me ahogo. Sublimo sueños en arte y vuelvo letras mis frustraciones para vivir. Espero demasiado de los demás y de mí misma, pero sólo hay cierta cantidad de decepciones que uno puede soportar, entonces libero de cargos al resto y espero mucho más de mí misma.
Casi siempre fallo.
A veces me perdono.

Me encapricho.
Me emparcho.
Le busco la vuelta.
Construyo.
Sano.
Sueño.
Me animo.
Juego.
Río.
Seduzco.
Me dejo seducir,
Pruebo.
Me arrepiento.
Me quedo.
Intento.
Te abrazo.
Temo.
A veces lo admito.

En el fondo, no sé ser más que mujer.


sábado, 24 de octubre de 2015

L de lista



Voy a escuchar en bucle esa canción que me invade en las noches de tranquilidad y voy a contarte todas las cosas que quiero hacer. Quiero un día ser impulsiva y subirme a un colectivo que me lleve a un destino incierto. Quiero recorrer la ciudad en bicicleta, correr una maratón y que lleguemos juntas, tatuarme en la piel lo que ya tengo tatuado en el alma. Quiero bailar y que no me importe nada, quiero subirme a una tela y que estés esperándome arriba, que me sostengas, enredarme en vos, que seamos una. Quiero un día componer una canción. Quiero tener mi casa en medio de las sierras y levantarme por las mañanas y ver tierra y arbustos y sentirme la mujer más afortunada del mundo. Quiero tres gatas que me sigan por la casa y me miren mientras escribo y que se acuesten conmigo a leer Cortázar y Benedetti y ronroneen para sentirnos todas bien. Quiero mañanas con el sol entrando por la ventana, Sabina cantando bajito y mis pies en las baldosas frías desperezándose con esmero. Quiero hacerme cuento y poema, quiero vivir de escribir y vivir escribiendo, quiero regalarte todas las letras que salen de mis venas. Quiero un recital en la playa y que bailemos abrazadas en la arena. Quiero animarme, quiero poder. Quiero pararme sobre los hombros de otro y caminar el parque desde ahí arriba, saltar de paracaídas, pintar una pared, ser la acróbata que se balancea de un trapecio a otro, ver una estrella boreal, andar en rollers, subirme a una montaña rusa, morirme de miedo con una película y después dormir entre unos brazos que me hagan recordar que todo está bien. Quiero aprender esgrima, física, tiro con arco y flechas, piano, acrobacia dúo, quiero aprender a cantar. Quiero decirte que sí. Quiero reencuentros, Navidades multitudinaias y alegres y ruidosas, un montón de sobrinos, amigos que se casen, cumpleaños infantiles, quiero que si quiero me dejen elegir no tener los hijos que la gente dice que todos deberían querer. Quiero un montón de idiomas, planes improvisados, amigas que se prendan a hacer las cosas que nunca hacemos. Quiero un pasaje de avión y Praga esperádome del otro lado del océano con los brazos abiertos. Quiero una casa que pueda llamar mía y que me espere cada vez que agarre la mochila porque necesite irme. Quiero querer, todas la veces, volver. 


Quiero convertir esta lista en recuerdos y sonreír.





martes, 13 de octubre de 2015

K de kilómetro



La distancia no la miden los cuenta-kilómetros
sino los anhelos y las ansias...

Se puede estar en mil lugares al mismo tiempo sin estar realmente en ninguno.
Descentrada, lejos de mi núcleo.
A veces tan extraña, tan no-yo,
y mi esencia perdida en lugares a los que no sé llegar.

No sé cuando me perdí.

Los kilómetros me separan de mí en todas direcciones, hacia adentro y hacia afuera.
La brújula extravió el norte y el bastón no pisa tierra firme hace tiempo.

Perdiendo el rumbo y el equilibrio,
avanzando con pasos tambaleantes,
buscando la guía.

Entre tanta bruma, saber que es momento de hacer las paces conmigo misma y con el mundo y pedirle a la cabeza volver
a donde el cuerpo la espera.
Ser toda yo donde sea que esté y volver a respirar como antes,
llenar los pulmones y gritar que de nuevo estoy en el camino.
Que el presente reúna la geografía, los pensamientos y el sentir,
recoger las piezas y estar completa otra vez.
Integrarme.
Y que el próximo colectivo no sea una huida sino un partir,
completa,
hacia ese lugar en el que quiero estar.






jueves, 8 de octubre de 2015

J de jugar


Del diccionario de la Real Academia Española:
Jugar.
1. intr. Hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse.


A veces me pregunto por qué, con lo lindo que es hacer algo con alegría, por puro placer, crecer pareciera que significa dejar de jugar. En qué momento decidimos que para ser responsables había que abandonar la rayuela o que para ser un buen adulto había que dejar de inventar historias. Cuándo renunciamos al pororó con caramelo o a las hamacas, si nos dimos cuenta cuál iba la última casita robada en un día de lluvia.

A mi crecer se me hace que es algo muy diferente a ser una versión gris y acartonada del niño que una vez fuimos. Si me dejan pensarlo un momento, se me hace que es algo así como asumir las responsabilidades de persona adulta sin perder la capacidad de asombro, la gracia y la alegría de la niñez. Hacerse cargo de lo que hay que hacerse cargo, dejar ir lo que hay que dejar ir y entre todo eso, hacerse tiempo para permitirse jugar. Para revolcarse con el perro en el pasto, para salir por la noche a perseguir bichitos de luz, para invitar a los amigos a jugar Serpientes y Escaleras hasta la madrugada. Para armar guerras de bollitos de papel, para acostarse en la terraza en las noches de verano buscando el lucero del alba y la cruz del sur y después inventar constelaciones que nadie más conoce. Para tomar chocolatada caliente en invierno y hamacarse en la plaza en una tarde de primavera, para sentarse en la arena a levantar castillos. Para armar un rompecabezas gigante o comprar un montón de golosinas para ver películas animadas en buena compañía. Para bailar como si nadie estuviese mirando o cantar a los gritos al compás del estéreo, para pasearse en el supermercado con un oso de peluche en el changuito. Para andar en bicicleta, saltar la soga, ir al circo y dejarse sorprender.

Que el que está creciendo así, jugando, salga a buscarnos a los demás. Y que el último grite "piedra libre para todos los compañeros", así nos salvamos todos


martes, 6 de octubre de 2015

I de infinito


Hay días así. Días en los que una se siente infinitamente pequeña en el Universo infinitamente vasto. Días en los que pareciera que la materia y la energía se mueven con violencia, completamente fuera de nuestro control, y nos arrastran ida y vuelta en direcciones en las que a veces no queremos ir.
Y parece, por un momento, que no importa cuanto lo intentemos ni que estemos haciendo nuestro mejor esfuerzo, pues ni siquiera así vale la pena. Ni siquiera así tiene sentido.

En cambio hay otros días en que la luz del cosmos brilla de adentro hacia afuera y de pronto no hay nada inabarcable porque todo, absolutamente todo, está contenido dentro nuestro. Nos sentimos (somos) la materia de la que está hecha el Universo. Los miedos son más enormes pero también lo son las seguridades, porque intuimos que incluso fallando, no podemos fallar. Todo es parte del mismo vaivén de la vida en el que no controlamos nada excepto a nosotros mismos. 
Y a veces ni siquiera eso. Pero está bien.

Los dioses esperan para deleitarse en nosotros, dice Bukowski. Podemos todo y un poquito más porque el éxito reside en haberlo intentado. En creer en el poder infinito de la mente y el corazón dispuestos y en intentarlo.
Que no importen lo que dicen ni lo que quieren hacernos creer, que no importen ni los obstáculos ni los demonios. Que mientras haya un abrazo que nos vuelva a unir las partes cuando sentimos que nos estamos quebrando, sólo cuente el hormigueo que nos despiertan las galaxias de posibilidades que se desperezan a cada vuelta de esquina. 

Y sonreír al darnos cuenta que a veces el Universo cabe en la palma de una mano.


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miércoles, 30 de septiembre de 2015

H de hormigueo




Esa sensación de hormigueo


que te da la vida


cuando estás decidida a enfrentar un 



nuevo proyecto.




Y que no haya miedo ni inseguridad que valga
y que cada tarea te de algo así como una emoción

-enorme-

porque cuando las ganas son muchas
todo puede pasar.



♪ ♫ 
I got the eye of the tiger, a fighter, dancing through the fire
'Cause I am a champion and you're gonna hear me roar 
...
I wanna see you brave 
♪ ♫

domingo, 27 de septiembre de 2015

G de girar




Mafalda dijo una vez "Paren el mundo que me quiero bajar". Y yo, que pienso que esa pequeña niña es una síntesis de la sabiduría del Universo, en eso nunca coincidí con ella.

Y no siempre es fácil. Y no siempre es divertido. Y no siempre sé cómo manejar(me) o cómo dejar de darme la cabeza contra la pared. Cómo romper(me) los muros y liberarme de las cosas que me hacen mal, llenarme de las que me hacen bien.

Pero no importan la música ni las circunstancias, el carrousel sigue girando y no estoy sola y el paisaje es tan hermoso aunque a veces duela tanto. Y vos estás y nos tenemos y estiramos la mano para tratar de alcanzar la sortija para ganarnos una vuelta más. Y la rozamos con los dedos y algunas veces nos frustramos y otras nos reímos por tontas e infantiles y tarareamos la música balanceando la cabeza al ritmo pero con el cuerpo atento para intentarlo la próxima vez, y a veces el calesitero nos hace trampa y se aleja y no hay forma de alcanzarle pero siempre queda un giro más para probar. Y de abajo algunos nos saludan y el viento de primavera nos despeina los rulos y por momentos no es fácil y no es divertido pero es tan simple cuando simplemente nos dejamos girar. 

Y que la última imprevisible vuelta nos agarre riendo. 




miércoles, 23 de septiembre de 2015

F de frontera


Del diccionario de la Real Academia Española:
Frontera.
1. adj. Puesto y colocado enfrente.
4. f. Confín de un Estado.
5. f. Límite.


Te propongo que juguemos a saltar fronteras. Vos me das la mano y yo te doy un beso y jugamos a ver quién dice primero las cosas que nunca nos animamos a decir. Te propongo que te anotes a ese proyecto, anotarme a esa clase, pararnos frente a la línea imaginaria que dibuja el abismo y mirar adelante y saltar. Animarnos a hacer lo que tememos y deseamos con las mismas ansias, apostar a eso que nos dicen que no se puede hacer.
Te propongo que crucemos esa línea detrás de la que nos mantenemos todas las veces por miedo y también, por qué negarlo, por seguridad. Que nos hagamos con el pasaporte de la vida y saquemos pasaje con destino a todo el mundo sin fecha de regreso.
Calzarnos las zapatillas del alma y salir a caminar, que el cuerpo deje de ser el límite y la cabeza deje de echarnos atrás. Que nuestra geografía mental desdibuje las fronteras y coincida por fin con la del corazón. 
Alejarnos lo suficiente para anhelar regresar. Y que el regreso sea hacia adentro.
Y encontrarnos.









lunes, 21 de septiembre de 2015

E de espejo


"Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte."
- Bolero, Julio Cortázar 

Bailar nos acostumbra a vernos en el espejo. Parados delante de un vidrio que nos refleja, somos lo que vemos en ese salón invertido que nos devuelve el reflejo. Nos vemos con ropas ceñidas al cuerpo, sin maquillaje ni joyas ni alhajas, el pelo recogido y los ojos abiertos, y no queda más que aceptar que así, eso que vemos, somos. Y no hay complejo que valga porque el cuerpo está ahí y el espejo te obliga a mirarte, a ver a otros y, también, a exponerte a las miradas. 

Pero a veces hay más...

Mirarme en el cristal y verme repetida y superpuesta, mis existencias una sobre y dentro y encima y fuera y al costado y arriba de la otra. Y ni siquiera estar hablando de vidas pasadas o de vidas posibles sino de ver, en el espejo, la mamushka que soy. Mirarme y reconocer a la niña de las muñecas y los cuentos, a la niña risueña, a la niña mimada, a la niña que no sabe qué hacer cuando la molestan, a la niña ignorada, a la niña hermana, a la adolescente tímida, a la adolescente insegura, a la adolescente dolida, a la adolescente sola, a la adolescente indiferente, a la adolescente libre, a la adolescente cuentista, a la adolescente huérfana, a la joven inquieta, a la joven entusiasmada, a la joven caprichosa, a la joven solitaria, a la joven amiga, a la joven perdida, a la joven feliz, a la joven que busca, a esta persona cada día un poquito menos aferrada y más segura que soy. Y somos todas la misma, como capas de una misma tierra ancestral y me veo (nos veo) y me reconozco y me duelo y me quiero y la imagen me devuelve una sonrisa partida en mil fragmentos.

Acepto el caos que fui, que soy y que posiblemente siempre seré  y le doy la mano a la persona que desde el reflejo me extiende la suya. 

No fue fácil ni va a serlo pero vamos a estar bien.



jueves, 17 de septiembre de 2015

D de domingo



Soy de ese pequeño porcentaje de la humanidad que disfruta de los domingos y que los asocia con cosas lindas.

Los domingos son recorrer en colectivo la ciudad que se despereza para volver de la casa de tu mejor amiga, donde dormiste después de ver películas, comer chocolates y hablar pavadas hasta entrada la madrugada.

O son tomarte el cole a las 10 de la mañana para llegar a la casa de tus abuelos y almorzar con ellos a las 11, porque para esa hora les gana el hambre del madrugador. Hablar de pueblos nunca visitados, de gente olvidada, de plantas, de la novela de la noche, de planes para futuro siempre por concretar.

Son la caminata hasta la panadería y cruzarte con los vecinos que andan sin apuro, leer el diario mientras alguien ceba mates y alguna radio suena bajito. El asado del mediodía con la familia reunida sin excusas, una vez cada tanto, para celebrar que nos tenemos y compartir.

Son el parque abarrotado de charlas y perros, una feria, turistas, la lona de colores tendida al sol y las zapatillas a un lado, olvidadas junto con las preocupaciones de todos los días. O son caminar la peatonal casi desierta tomados de la mano, transitar las calles dormidas en dirección contraria a todos, hacia la ciudad que duerme.

Son hacer el plan de salir a pasear e ir lejos, a donde no vamos habitualmente, para dejar el barullo atrás y ver el río y los sauces más de cerquita.

Son juegos de cartas, películas viejas, mates en el patio, mates en el balcón, mates en el pasto, mates en el auto que da vueltas por la ciudad mientras en el estéreo suenan Chayanne o Pantoja o Pimpinela. Son tardes de TEG y el partido de fútbol que nadie miraba hasta que llegó el cuñado que sí.   

Cuando todo eso falla, los domingos son siestas, letras y libros (o apuntes) y calma, sobre todo eso. 

Algo así como volver. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

C de caer




Los niños aprenden a caminar tropezando y cayendo. Ven algo, lo quieren; ven a alguien, quieren llegar hasta él. Entonces se levantan sobre sus piernitas chuecas e inestables, se agarran de lo que encuentran cerca -la pata de la mesa o el borde del mantel, da lo mismo- y como pueden dan unos pasos tambaleantes hasta que la gravedad y la falta de fuerza y la poca práctica hacen lo suyo y los devuelven al suelo.Aterrizan con las manitos regordetas o con el pañal, nunca con las rodillas, nunca con la cabeza, nunca mal, y cuando recobran el sentido de la ubicación y el equilibrio lo intentan de nuevo. No se frustran, no se cansan, no se enojan, no tienen miedoSimplemente lo hacen porque intentarlo y caer y volver a intentarlo es lo más natural del mundo.
Es la única manera de aprender.   

Mientras nos transformamos en adultos perdemos muchas cosas, como la capacidad de jugar o de imaginar, y en cambio ganamos otras, como responsabilidades y miedos. Miedos irracionales a cosas naturales, como por ejemplo a caer.

Y no nos animamos por miedo a caer. No nos arriesgamos por miedo a caer.
No crecemos por miedo a caer.

Cuando caer es lo que hace falta para que la próxima vez sea mejor.



"Giren, giren, con los brazos abiertos. Giren sin miedo que más lejos del piso no van a ir".


sábado, 12 de septiembre de 2015

B de bailar



Del diccionario de la Real Academia Española:
Bailar.
1. intr. Ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies.
4. intr. Retozar de gozo.


Una vez mi profesora más querida me preguntó , ¿por qué bailás?
Y yo no respondí, porque ella no estaba esperando que contestara y porque yo no encontraba las palabras. 
Pero sabía la respuesta. Bailo porque puedo, porque quiero y, principalmente, porque lo necesito. Bailo porque no sé no hacerlo, porque mi cuerpo reacciona al compás de la música, porque las melodías me vibran dentro y mi cuerpo me pide un balanceo, un giro, un deslizarme sobre la superficie del suelo una y otra y otra vez. Bailo porque si no bailo soy otra que no soy yo, porque no me imagino una vida en la que no pueda bailar.

Mi profesora me preguntó, también, por qué no hago con mi baile lo que hago con mis letras. "Tenés un mundo dentro de la cabeza", me dijo. Que si plasmo ese mundo en letras, por qué no lo dejo ver también cuando bailo.
.
Creo que esa vez sí esperaba que le contestara algo pero no supe qué decir.
Ahora, al fin, creo que ya empecé a comprender.

Y es que si yo escribo de adentro hacia afuera, en cambio bailo de afuera hacia adentro.
Si mis letras son un sacar hacia el exterior ese universo que me habita (que soy), en cambio cuando bailo el proceso es al revés y la música y el movimiento llegan a mis nervios y crean universos dentro mío. Quizás estoy en el colectivo escuchando música y balanceando levemente la cabeza, pero en mi interior me muevo y salto y giro y cada golpe de música es acompañado por un cuerpo invisible que hace proezas que el cuerpo de músculos y huesos no llega siquiera a intentar. 
Toda mi danza más bella está en mi alma y mi cuerpo torpe y mis miedos y mi vergüenza y mi falta de valor no dejan que esa danza interior revierta el camino y vuelva transformada, más libre y más grande, al afuera.

Escribo para todos pero bailo para mí.

Y no sé si está bien o está mal que así sea pero quizás amigarme con eso sea una manera de empezar a sanarlo. Y que entonces el gozo que retoza dentro empiece a abrir grietas por las que pueda pasar, al fin, el movimiento.

"La energía no se crea ni se destruye, se baila". 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

A de abrazo


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En algún punto dejar de ser vos y yo...

Abrazos como una fusión,  
abrazos como desaparecer del mundo para volver cuando se está lista,
abrazos cálidos, abrazos mullidos, 
abrazos que te liberan,
abrazos que te apuntalan cuando sentís que estás cayendo.
Abrazos que acarician, 
que calman, 
que susurran mudas canciones de cuna al oído.
Abrazos que liberan tus lágrimas, que las absorben y que las transforman en otra cosa más liviana hasta que al fin desaparecen.


Te propongo algo. Yo me acurruco y vos me abrazás y nos quedamos así detenidas hasta que aclare el cielo. No necesito mucho, sólo sentirte respirar contra mi cuerpo y que cada caricia suave que dibujás en mi espalda le quite un poquito de peso al mundo. Tendré los ojos cerrados y mis pestañas quizás te harán cosquillas y alguna susurrurá algo tonto y nos reiremos despacito para no interrumpir la calma que nos rodea y que nos invade de adentro hacia afuera. 

Y voy a suspirar profundo y voy a sonreír sin darme cuenta y todo va a sentirse bien y en mi cabeza voy a recitar una oración de gracias. Y cuando nos miremos a los ojos quizás veas en los míos que ese abrazo es mi lugar en el mundo.


***
Éste era mi desafío personal de septiembre: actualizar el blog día por medio. Siendo que ya estamos a 9 de mes y recién estoy comenzando, puede decirse que fallé bastante. Igual, nunca es tarde para empezar, ¿cierto? así que hoy arranco. Intentaré actualizar como dice el reto, día por medio... para motivarme, me sumo al desafío creativo que una vez hicieron en el blog Caminomundos, y que es escribir usando de guía el abecedario. Al que quiera intentarlo, también, ¡lo invito a hacerlo! El que juegue, si quiere, que deje el enlace en los comentarios y nos leemos entre todos. Y que la tinta desgaje a la cabeza y al corazón...

miércoles, 19 de agosto de 2015

Ojalá que encuentres



Ojalá que encuentres una persona que te saque mil sonrisas y que nunca te haga sentir mal,
ojalá que encuentres unos brazos a los que siempre quieras volver
y unos brazos que te busquen porque les das paz.
Ojalá que encuentres alguien a quien ames incondicionalmente,
alguien que te ame del mismo modo,
alguien que te tranquilice,
alguien que te comprenda mejor de lo que te comprendés a vos mismo,
alguien a quien entiendas todas las veces,
alguien con quien hablar pavadas hasta la madrugada,
alguien que te haga sentir niña,
alguien que te haga sonrojar.
Ojalá que encuentres una canción que te arranque suspiros,
una que te haga sonreír en días grises,
una que te calme,
una que te ayude a descargarte cuando llevás demasiadas cosas dentro.
Ojalá que encuentres una actividad que te apasione,
un hobby al que entregarte cuando necesitás que el mundo se detenga un momento,
algo que animarte a probar,
algo que hagas bien,
algo que le haga bien a otros.
Algo que te motive a seguir moviéndote,
algo en lo que superarte,
algo que compartir.
Ojalá que encuentres al menos dos o tres motivos por los que sentirte agradecida todos los días,
una o dos personas por las que sentirte afortunada,
un motivo real y concreto por el que levantarte con entusiasmo cada día nuevo.
Ojalá que encuentres a esa persona que te hace sentir acompañada cuando todo lo demás falla
y que seas ese alguien para al menos una persona en el mundo.
Ojalá que encuentres a alguien que te diga "te amo",
a alguien que te diga "te quiero" muchas veces y mal escrito y en los momentos más inesperados,
a alguien que te diga "te extraño",
a alguien que te sorprenda todas las veces,
a alguien que te diga "boba" y se rían,
a alguien a quien decirle ridiculeces,
a alguien que sepa que no hablás en serio y nunca se ofenda,
a alguien a quien admirar,
a alguien que te admire,
a alguien que te diga "sos importante para mí",
a alguien a quien decirle "gracias por ser y por existir y por estar en mi vida".
Ojalá que encuentres un vicio sano,
una canción que nunca te atreverías a confesar que te encanta,
una situación en la que seas feliz haciendo el ridículo,
una película que te entibie el alma,
una película de la que te aprendas los diálogos y los recites con los protagonistas,
un personaje del que te enamores,
un libro al que puedas volver mil veces y en mil estados de ánimos diferentes,
una poesía que te inspire,
un mantra,
una ciudad que te conquiste los poros,
un lugar que sea tu lugar en el mundo.
Y ojalá que cuando encuentres cada una de estas cosas y personas los reconozcas y te sientas feliz por tenerlos y que los disfrutes mientras están y que si cambian, los dejes cambiar y sólo guardes bellos recuerdos de los momentos que pasaron juntos.

(Y ojalá que un día entre tantas cosas te encuentres a vos mismo y te mires de frente y te abraces porque eu, no fue fácil pero al final ahí estabas, como todo lo demás).



lunes, 10 de agosto de 2015

Valiente




Alguien que quiero mucho tomó una decisión impulsiva para salir de una situación en la que ya no soportaba estar. Era algo que desde hacía mucho sentía que iba a pasar, algo que dentro suyo sabía que iba a tener que hacer, y que quizás (el tiempo lo dirá) sea irreversible. 
Yo desde mi casa y ella desde la suya, sintiéndome totalmente inútil y sabiendo lo mucho que la angustiaba lo que estaba viviendo, le mandé un audio de whatsapp porque no hay palabra escrita que se compare con escuchar una voz amiga. Le dije algunas cosas, entre ellas que era valiente y que estaba para lo que necesitara, cosa que ya sabe pero que nunca está de más.
Y su respuesta me dejó pensando.
"No soy valiente. 
Tengo tanto miedo"

Las decisiones difíciles que tomamos; las cosas que hacemos cuando nos sentimos en una situación límite; los saltos al vacío, ¿son cuestión de valentía? Ella me decía que no.

Pero yo creo que sí. Todos nos encontramos alguna vez en esa situación donde parece que nada da para más y sin embargo seguimos tirando, esperando, soportando, resignando, porque por muy pésimo que sea todo, al menos es conocido, aunque sea es seguro. Y no nos damos cuenta (o a veces sí, pero hacemos como que no) que, como una vez dijo alguien hablando completamente de otro asunto, "entre la espada y la pared, siempre se puede elegir la espada"

Y para eso hay que ser valiente. Aunque cuando actuemos nos sintamos cualquier cosa menos eso, aunque en realidad estemos muertos de miedo. Porque desprenderse de las seguridades que uno tiene, por muy ficticias o apresantes o hirientes que sean, requiere de mucho valor. Si no fuera así, todos seríamos libres y felices y estaríamos todo el tiempo exactamente en el lugar en que queremos estar. 

Dejar una carrera, empezar otra, elegir ser artista, requiere valor. Arrancar un negocio cuando no están dadas todas las condiciones (¿pero cuándo lo están?), requiere valor. Irse a vivir a otra ciudad, con ahorros (o a veces incluso sin ellos) pero sin trabajo, para intentar encontrar eso que acá nos falta. Salir a recorrer el mundo sin más plan que ese. Elegir estar con la persona que uno ama aunque muchos no entiendan y muchos otros no acepten. Separarse de esa persona con la que uno creció, construyó su vida, formó su familia y proyectó su futuro. Irse de la casa empujada por la sensación de asfixia culpa de una familia intolerante. Renunciar a un trabajo opresivo o que nos llena de frustraciones sin saber bien qué se hará a continuación. Cambiar, requiere valor.

Quisiera tener una frase linda con la que terminar este texto pero no la tengo. En realidad es sólo mi manera de decirte: "Ami linda, no importa lo que vos pienses de vos. Te juro y te recontra juro que sos valiente y mucho más fuerte de lo que pensás de vos. Y vas a estar bien, porque si todavía no lo estás, es que todavía no llegaste al final del camino. Te adoro con el alma y más (pero eso, como siempre, ya lo sabés)"


"Blackbird fly,
blackbird fly,
into the light of the dark black night"