jueves, 26 de enero de 2017

¿Por qué escribo?

Escribir
como una manera de salvar
(nos).

¿Por qué escribo?

Escribo porque estoy hecha de oxígeno, carbono, nitrógeno, hidrógeno
y letras
y porque para mí la materia más linda del mundo es la palabra
el principio y
el fin
de todas las cosas.

Escribo porque no entiendo
pero a veces, escribiendo, el mundo tiene un poco más de sentido.

Escribo por eso y por un montón de motivos más.

Escribo porque el cielo, la brisa en primavera, las sonrisas y dos manos que se mecen con los dedos entrelazados. Escribo porque las golondrinas volando sobre el Paraná, las hojas secas del otoño, el pasto tierno en la planta de los pies, el sol detrás de los edificios, la lluvia, el hogar, la música. Escribo porque un abrazo y la electricidad en el cuerpo, porque la alegría, porque los amigos y porque la soledad. Escribo porque hay monstruos demasiado grandes y oscuridades demasiado densas y abismos demasiado profundos y a veces no se sabe bien qué hacer con ciertas cosas.

Una amiga me dijo una vez que el problema de las palabras es que en ocasiones rompen cosas y las cosas rotas pueden remendarse pero nunca vuelven a ser una. Escribo, entonces, para desmenuzar lo que siento antes de decir y romper algo que no voy a poder arreglar.
Para no romperme yo,
o para romperme quizás
y después ver qué hacer con las piezas que me quedan.

Escribo porque el magma y el huracán necesitan, cada tanto, un escape.

Escribo para no desaparecer.

Y cada tanto de casualidad alguien lee y siente que un eco le resuena y ese encuentro es mágico e impronunciable.

También por esos momentos,
escribo.


sábado, 14 de enero de 2017

Podemos volver a nombrarlo todo

Podemos volver a nombrarlo todo.
Caminaríamos por las quebradas, entre los cerros como dos Evas primitivas,
y no los llamaríamos "cordillera" sino "mimos de Dios" con nombres imposibles de pronunciar
que significarían "te amo" y "te elijo" en un idioma completamente nuevo.
Podemos volver a nombrarlo todo,
y entonces tu mano pequeña y suave que dibuja el paisaje sería parte de mí por definición de diccionarios inventados, y su función sería latir sobre mi pecho, porque las manos latirían, también, en ese mundo de cosas renacidas que estaríamos creando entre las dos.
Podemos volver a nombrarlo todo.
Yo daría nombres que empezaran con M a todos los valles y le daría a las cosas más inmensas definiciones bien chiquitas
y haría caber mundos enteros dentro de las gotas del rocío del atardecer.
Vos nombrarías los árboles con silencios y con risas y serían nombres tan bellos que, incapaz de reproducirlos, los traduciría en lágrimas mudas e incontenibles bajo el cielo azul océano salpicado de estrellas.
Y las emociones serían verbos y las sensaciones, colores,
y las nubes serían gráciles y las caricias etéreas y el río fuerte y el viento manso,
y se nos acabarían las palabras cuando llegara el momento de nombrar a los prejuicios o a las culpas, porque lo que no se nombra no tiene peso ni sustancia y poco a poco se apaga, hasta extinguirse.
(Extnguiría todo eso, por vos, si me dejaras).
Y vos ya no serías vos
y yo ya no sería yo
aunque siguiésemos siendo las mismas
y nos reconoceríamos por los ojos y por el alma
y no por las palabras que decimos o que no nos animamos a decir.
Ya ves... podemos volver a nombrarlo
todo
de nuevo.


***
Este texto salió a partir de las lecturas que estoy haciendo en el taller de escritura de viajes Norte de Papel. Pueden pedir más info del taller acá: eme@maitenacaiman.com