domingo, 24 de mayo de 2015

No me vayas a soltar...


“No me vayas a soltar”
Mati no respondía y desde su lugar Mel no podía verle la cara y se estaba poniendo nerviosa. Las alturas le daban miedo. Todo lo que no estaba bajo su estricto control le daba miedo. Sentirse a merced de otro le daba terror. Todo eso junto era tremendo.
“Mati no me sueltes”
La mano izquierda de Mati se sentía mucho más liviana contra la suya, mucho menos firme, y Melina empezó a sentir algo parecido al pánico anudándosele en el estómago.
“Mati pará, no me sueltes, ¡pará!” pero Mati ya la había soltado y la mano izquierda de él se había movido a su pantorrilla, sosteniéndola de otro modo.
“Matías te voy a matar”
El chico rió (“¡Mati no te rías que me caigo!”) y empezó a aflojar de a poquito la presión con la que sus manos derechas se sostenían justo al mismo tiempo que Melina empezó a sentir que sus piernas no la iban a sostener, que sus dos pies sobre los hombros de él se iban a patinar y ella iba a caer dolorosamente al suelo que estaba tan pero tan lejos.
“Mati me caigo, dame la mano, me quiero bajar”
Odió cómo sonaba su voz (pequeña, histérica, nerviosa) pero tenía que decirlo porque dependía de él para volver al suelo: de que él volviese a darle la mano y la ayudara a saltar.
Mati no dijo nada pero su mano derecha volvió a sostenerla con firmeza y la izquierda viajó de regreso a buscar esa otra mano que la esperaba ansiosa y ahí sí, bien agarrada, pudo saltar.
En cuanto sus dos plantas tocaron el suelo, el nudo de su estómago se desató pero apareció un vacío ansioso por llenarse de nuevo con la adrenalina de la altura.
“¿Viste que no fue tan terrible?” la voz grave y dulce de Mati la sacó de su ensimismamiento repentino y se volvió hacia él con una sonrisa suave. Él acercó la boca al oído de ella y le susurró “De hecho sos muy valiente por animarte a subir, yo creo que no me animaría. Sos valiente, pequeña”.
Y Mel se colgó de su cuello, eufórica. Quizás sí era valiente después de todo.


***
Éste es mi desafío personal de mayo: escribir durante treinta y un días, todos los días, por muy pequeño que sea. Entre mis letras habrá de todo, una misceláneas de temas y géneros, algunos más breves, otros más extensos, algunos cercanos a la autorreferencialidad, otros completamente inventados. Lo importante es escribir, lo que salga. De todos sólo publicaré algunos; en conjunto no tienen razón de continuidad. C'est moi... ¡sepan disculpar el caos de mi cabeza!

jueves, 21 de mayo de 2015

Tardes así


Lo primero que hizo Olivia cuando llegó fue sentarse junto a la pata de la mesa a observar la pequeña sala que desde hacía un mes y medio constituía la casa de Melina. La chica se apoyó contra la pared junto a la puerta y miró a la gata que a su vez miraba la sala hasta que su mente se fue lejos, hasta el proceso que la había llevado hasta allí.
En un mes y medio había cambiado de casa, de barrio, de rutina, de negocios amigos, de trabajo.
No. Era mucho más que eso: en un mes y medio había dejado de ser hija, hermana, niña, para empezar, por fin, a ser ella. A intentarlo, al menos.
Se lo había pedido el alma. Realmente no había pasado nada grave ni importante, sólo la insoportable acumulación de las mismas insignificancias de siempre. Y ella había acumulado, tirado para adentro, enterrado, escondido, hasta que todo lo que se amontonaba desordenada y suciamente en su interior había empezado a manifestarse en pequeños actos autodestructivos de los que no había tomado conciencia al principio. Lastimarse los granitos del eterno acné de su rostro. Dejarse marca de uñas en la espalda. Dejar de preocuparse por el orden y la limpieza de su cuarto. Comer siempre un poco de más y después sentirse terriblemente culpable. Escuchar Evanescense en los viajes en colectivo, ducharse escuchando Lene Marlin. Dejar de usar rodilleras en las clases de baile, empezar a hacer tela en musculosa aunque hacía frío y aunque el material le quemaba la piel por el roce. Abandonar el estudio, aceptar un trabajo que le consumìa la vida y le dejaba absolutamente nada. Juntarse menos con sus amigas. Negarse a tomar un ibuprofeno cuando se le partía la cabeza del dolor, no tomarse la fiebre cuando sabía bien que debía tener unos grados de temperatura de más. Escuchar Fix You en repetición hasta que quedaba con un humor gris e irremontable que la obligaba a aislarse de su familia porque no soportaba el mundo. Porque, sobre todo, no se soportaba a ella misma.
Desde el momento en que se dio cuenta lo que estaba haciendo hasta el momento en que se animó a hacer algo al respecto pasaron seis meses de tortura, de pelearse mucho con todos pero en especial consigo misma. Seis meses complicados después de los cuales se cansó de golpearse ella misma contra una pared y entonces empezó a martillear hacia otros lados, sobre otras superficies, aunque la aterrorizaba y la mitad de las veces le consumía toda la voluntad que tenía. Dejó su trabajo, tomó distancia de su pareja, se peleó a los gritos con quien hizo falta y, esa vez, no fue ella la que pidió perdón y cedió. Se hizo un tatuaje, y después otro. Hizo el duelo por amistades que nunca serían las mismas y lloró todo lo que necesitaba llorar con las que seguían estando a su lado, ignoró consejos, salió sola, se recibió, empezó teatro, borró todas las canciones de Evanescense de su celular. Se cortó el pelo, tiró la mitad de los apuntes que había acumulado durante sus años de facultad, donó la mitad de su ropa, regaló la mitad de sus libros, tiró las cartas de todos sus ex, buscó un trabajo nuevo. Y cuando lo consiguió, apenas cobrar el primer sueldo, buscó un departamento lejos de todo y se mudó.
No era un lugar grande, para nada. Apenas entraban Olivia, ella y las pocas cosas que se había llevado: sus libros de Cortázar y sus libros de crónicas, una caja con las cosas que había escrito y que no había tirado, una cajonera con algo de ropa, dos pares de zapatillas, dos mochilas, una carterita y un bolso, su notebook. La cama, la mesita de luz, el escritorio, la mesa, las sillas eran nuevas, igual que todas las cosas de cocina. Había gastado en ellos sus ahorros y aunque no contar con dinero de respaldo la preocupaba un poco, no se permitía pensar mucho en eso. Empezar de cero no era realmente empezar de cero si arrastraba consigo cosas que traían consigo la historia de lo que quería dejar atrás.
Olivia pareció terminar su inspección y caminó tentativamente hacia la cama. El cobertor blanco y rojo era nuevo, como las sábanas, las toallas y casi todo lo que adornaba el monoambiente. “Se te va a ensuciar constantemente” le había dicho su madre el día que se lo había mostrado, recién vuelta de la tienda, feliz porque después de andar por horas bajo un sol abrasador había encontrado el cobertor perfecto. Ninguna justificación que pudiera darle a su madre le había parecido válida contra el argumento de “se va a ensuciar”, por lo que había optado por no decir nada. A ella le gustaba. A ella la ponía contenta. No tenía que darle explicaciones a nadie. Fin de la historia.
“¿Te gusta?” le preguntó a Olivia despegándose de la pared y siguiéndola.
La gata se subió a la cama de un salto, inspeccionó los almohadones de colores y se acostó sobre uno violeta brillante y felpudo. Melina se sentó a su lado y le empezó a hacer mimos en la frente mientras paseaba su vista por su casa nueva.
“Si” ronroneó Olivia con los ojos cerrados.
“A mi también”.


La imagen, de acá: Pinterest.


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Éste es mi desafío personal de mayo: escribir durante treinta y un días, todos los días, por muy pequeño que sea. Entre mis letras habrá de todo, una misceláneas de temas y géneros, algunos más breves, otros más extensos, algunos cercanos a la autorreferencialidad, otros completamente inventados. Lo importante es escribir, lo que salga. De todos sólo publicaré algunos; en conjunto no tienen razón de continuidad. C'est moi... ¡sepan disculpar el caos de mi cabeza!

domingo, 17 de mayo de 2015

No olvidar


No olvidar: somos el único ser con el que vamos a estar toda la vida.
El único ser que pase lo que pase, va a estar siempre sosteniéndonos.
No somos perfecto. No importa cuánto lo intentemos, vamos a fallar. Un montón de veces.
Van a lastimarnos y vamos a lastimar. Vamos a perder cosas que queremos.
También va a haber momentos maravillosos. Vamos a poder más de lo que creemos posible y vamos a ser inmensamente felices 

si nos animamos, si nos lo permitimos.

A veces lo único que sucede es que realmente no nos estamos escuchando.


“Cuando pierdes
contacto con la
quietud interior,
pierdes contacto
contigo mismo.

Cuando pierdes
contacto contigo
mismo, te pierdes
en el mundo.” 

- Echkart Tolle



jueves, 14 de mayo de 2015

Sobre la violencia en el fútbol


No soy futbolera. No estaba mirando el partido ni lo voy a mirar ahora. Sólo se que hoy, jueves 14 de mayo de 2015, cuando Boca Junior y River Plate, los dos equipos de fútbol más grandes y populares de Argentina, disputaban un superclásico por la copa Libertadores, cuando el equipo visitante estaba por entrar a jugar el 2do tiempo, un grupo de personas roció a los jugadores con gas pimienta para lastimarlos. Que después, cuando los jugadores intentaban reponerse de lo sucedido, en la hinchada contrincante empezaron a sobrevolar las cargadas. Que hoy, pero a la madrugada, murió un jugador porque jugando el lunes se dio la cabeza contra un paredón de concreto levantado a un metro de la línea de la cancha para que, por ejemplo, la gente no tire piedras. Porque en el fútbol argentino pueden pasar cosas como esas.  

Digo, entonces: yo no sigo, no miro y no me divierte el fútbol. Pero me entero de lo que sucede porque me cuentan, lo busco, lo leo, y a riesgo de ser repetitiva o irrelevante vengo a decir algo:

La violencia en el fútbol es síntoma de una sociedad violenta, que no sabe jugar, que no sabe tratar con la diferencia, que no sabe competir, que no respeta al otro y que es mala perdedora.

No hablo sólo de los barrabravas. Tampoco hablo sólo de un grupo que incluye a barrabravas y a delincuentes de todo tipo y que es la que nos indigna a todos.

Hablo de la sociedad que somos todos. El que se prende de la bocina cuando se traba el tránsito, el que se hace el tonto cuando alguien necesita el asiento en el colectivo, el que empuja en medio de una multitud, el que se hace el vivo y se cuela en una cola y si lo descubren prepotea, el que cuando se siente pequeño y mal busca una manera elegante (verbal, maliciosa) de denigrar al otro, que está haciendo las cosas bien.


La violencia en el fútbol, que es un deporte y un espectáculo y que debería ser un momento de nervios y fiesta compartida, es tremenda. Pero que existan esas "grandes violencias" no quita, de ninguna manera, que todos seamos culpables de muchas otras más pequeñas que nos hacen el país que somos.


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Éste es mi desafío personal de mayo: escribir durante treinta y un días, todos los días, por muy pequeño que sea. Entre mis letras habrá de todo, una misceláneas de temas y géneros, algunos más breves, otros más extensos, algunos cercanos a la autorreferencialidad, otros completamente inventados. Lo importante es escribir, lo que salga. De todos sólo publicaré algunos; en conjunto no tienen razón de continuidad. C'est moi... ¡sepan disculpar el caos de mi cabeza!

miércoles, 13 de mayo de 2015

Carta

Hoy desperté y me di cuenta que hay cosas que tenía que decirte porque me parece que andàs necesitando escucharlas. Como no soy tan buena hablando voy a escribirte, ¿si? Y te pido que me leas con atención...

Te voy a pedir que te quieras. Pero querete en serio, ¿si? Sin condiciones, sin peros, sin dudas. Querete y valorate y permitite equivocarte. Sobre todo, no te culpes. No digo que no asumas responsabilidades (las dos sabemos que no es eso) pero no vivas con culpa. No te culpes por cómo sos, por lo que sentís, por lo que hacés cuando pensás (de verdad pensás, lo sé) que estás haciendo lo correcto.

Respetate y cuidate. No te lastimes, no te maltrates, ni siquiera cuando estás segura de que lo merecés (es la culpa hablando, cariño; no la escuches). Prometeme que vas a cuidarte la cabeza, el corazón y el cuerpo; las heridas son inevitables, pero si hay algo que podés controlar (creeme que podés) es que no salgan de vos. No te castigues ni siquiera cuando lo hacés porque necesitás sentir algo. Prometemelo, decilo en vos alta frente al espejo. Pero no por mí. No por mí ni por nadie, hacelo por vos.

Convencete de que sos razón suficiente. Estudiá por vos, cuidate por vos, amá por vos, respetate por vos, aguantá por vos, quedate o andate, pero que sea por vos. Porque si lo hacés por otro siempre vas a sentir que si esa persona te falta vas a derrumbarte y no es así. Sos más fuerte de lo que pensás. Mucho más fuerte.

Me vas a decir que lo estás intentando. Te creo. Lo sé. Nos conozco bien, vivimos intentando, incluso cuando los demás no pueden verlo. Somos perseverantes y si hay algo contra lo que luchamos todos los días es contra nosotras mismas para tratar de hacer, esta vez sí, las cosas bien. Quizás el error esté ahí, intentarlo demasiado. Algunas cosas sólo deben ser y es mejor simplemente dejar que sean. Que otro se haga cargo, que el Universo se haga cargo. A veces abandonar en lugar de seguir intentándolo es lo más acertado y lo más valiente, aunque sea también lo más aterrador.

(Y lo aterrador nos paraliza. Pero somos fuertes, ¿te acordás?).

No pidas tanto perdón. No pidas perdón por decir lo que pensás, por llorar, por recurrir a los amigos cuando estás hecha un caos, por ser a veces una madeja de inseguridades en lugar de una personas hecha y derecha. No pidas perdón por tus heridas, tus grietas, tus raspones. Pedí perdón por lo que haga falta pero nunca por ser como sos. No pidas perdón cuando sentís que no tenés que hacerlo pero alguien tiene que aflojar primero. En cambio decí más “gracias”, más “te quiero”, más “te amo”, más “me hacés feliz”, más “lo necesito”. Por favor, perdé el miedo de pedir lo que necesitás porque si no lo pedís, ¿cómo vas a saber si pueden dártelo? No asumas que el otro tiene que saber y, sobre todo, no asumas que no lo merecés. Merecés todo y más incluso cuando pensás muy poquito de vos misma.

Sé que todo esto lo sabés porque sos muy sabia aunque a veces no sepas cómo dar el salto del saber al hacer. Vas a cometer errores, sí. Vas a darte la cabeza contra la pared un montón de veces, te va a doler, te vas a enojar, vas a lastimar a otros en el proceso. Vas a querer abandonar todo, no te vas a animar, vas a querer abandonarte, eso es más fácil pero no lo hagas tampoco. Vas a escribir, te vas a arrepentir, vas a llorar, vas a decir mucho menos de lo que tu cabeza está gritando, va a parecer que estás a punto de explotar, vas a explotar, va a parecer que arruinaste todo, quizás sea así, el tiempo no funciona para atrás así que no te tortures. Mirá los añicos que quedaron de eso que fue y fijate por dónde podés empezar a crear algo nuevo. La vida no nos da nada que no podamos soportar, lo dijiste vos y todavía no te diste cuenta de que es verdad. Nuestro límite está mucho más lejos de lo que creemos la mayoría de las veces. Nos fisuramos mucho antes de rompernos y las fisuras sanan. Se cuidan y se curan, aún cuando queden las marcas y el temor de que vuelva a suceder.

No somos perfectas, pequeña. Estamos lejísimo de ser perfectas y está bien; no te compares con nadie porque eso nunca nos llevó a buen puerto. Somos un caos (perdón el spoiler, posiblemente eso nunca mejore del todo) pero podemos. Sobrevivimos y crecemos aunque a veces no nos demos cuenta ni siquiera nosotras mismas. Y hay un montón de cosas lindas. Hay risas, hay abrazos, hay amigos que entibian el alma y solcitos que entibian la piel. Hay gente que va a sacudir tus escombros y mostrarte todas las perlas que había escondidas ahí y vos no le vas a creer, pero creele porque es verdad. Hay personas que podrían irse pero prefieren quedarse y juegan con vos a armar el rompecabezas de tu vida. A veces no van a ser las que esperabas, van a ser otras; dejá que la vida te sorprenda y aceptá que no tenés el control de todo. Que nunca lo tuviste ni lo vas a tener (otro spoiler, disculpame, sé que no te gustan). Dejate amar y permitite (te lo ruego) estar bien y ser feliz. Da mucho más miedo que sentirse la peor de todas pero ey, todo lo que vale la pena está del otro lado del miedo. Si sentiste terror con pavadas (empezar la facultad, rendir el primer examen, subirte a los patines, conocer a alguien, estar colgada de una tela y abrir las manos y caer), ¿cómo no lo vas a sentir con cosas más hermosas y grandes?

Y una última cosa y ya termino, porque nos duele la cabeza cuando escribimos o leemos mucho: tus errores no te definen. De nuevo, decitelo frente al espejo, mirándote a los ojos y convencete: tus errores no te definen. No son tu esencia ni tu destino. Son pasos en falso que te trajeron a donde estás, que te hicieron un poquito esto que sos, pero no te tallan en piedra. Te enseñan, te empujan, te obligan a abrir lo ojos. Los que importan duelen como si estuvieses implosionando pero vas a estar bien. Porque cada error te muestra una debilidad y un otro camino. Mientras estemos vivas nunca es demasiado tarde.

Te quiero hasta la luna ida y vuelta todas las veces que soy capaz de ir y volver. Y siempre un puntito verde más que vos.

Sé feliz, cuore.
(Todo lo demás no es importante)



Y sonreí, que al mundo le hace bien un poco de luz entre tantas cosas grises.

La imagen, de acá: Pinterest

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Éste es mi desafío personal de mayo: escribir durante treinta y un días, todos los días, por muy pequeño que sea. Entre mis letras habrá de todo, una misceláneas de temas y géneros, algunos más breves, otros más extensos, algunos cercanos a la autorreferencialidad, otros completamente inventados. Lo importante es escribir, lo que salga. De todos sólo publicaré algunos; en conjunto no tienen razón de continuidad. C'est moi... ¡sepan disculpar el caos de mi cabeza!
PD: Esta entrada está inspirada por éste y éste post y disparada por cosas más o menos reales que... en fin, eso, Uds. me entendieron.

lunes, 11 de mayo de 2015

Hola



Se miraron.

"Hola"
"Hola"
"Estoy rota...."
"Todos lo están..."
"No quiero que me arreglen"
"Lo veo"
"sólo que me acompañen"
"Entiendo...está bien. Puedo hacer eso"

Melina sonrió; la gata blanca ronroneaba suavemente en sus brazos. Era grande y bella y tenía los ojos cerrados, la cabeza levemente levantada disfrutando de los mimos que le estaban haciendo detrás de las orejas partidas.
-La llevo- le sonrió Melina a los chicos de la protectora en general. Uno le devolvió la sonrisa y empezó a buscar algo entre los papeles que tenían sobre una mesita.
Olivia iba a llamarla.
La gata abrió los ojos y bostezó. Ya estaba lista para ir a casa.





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Éste es mi desafío personal de mayo: escribir durante treinta y un días, todos los días, por muy pequeño que sea. Entre mis letras habrá de todo, una misceláneas de temas y géneros, algunos más breves, otros más extensos, algunos cercanos a la autorreferencialidad, otros completamente inventados. Lo importante es escribir, lo que salga. C'est moi... ¡sepan disculpar el caos de mi cabeza!