"Tal vez no tengas el control de todo lo que te sucede,
pero si de lo que quieres hacer con ello".
Lo capcioso de esa frase es que casi nunca sabemos que queremos hacer con eso que nos pasa.
Me muerdo la lengua porque no tengo como morderme la mente. Lo que quiero es dejar de pensar, acallar las voces que intentan convencerme de juicios siempre contradictorios, serenarme para con los ojos limpios darme cuenta que había luz detrás de la bruma espesa que no me dejaba ver.
Lo que quiero es soltarlo todo y sólo quedar yo (sólo yo, sin el miedo, sin la culpa) y hacerme brisa.
Deshacerme de esa parte de mí que no me deja ser libre. Aceptar lo que no es y quizás nunca será y contra toda circunstancia abrir los brazos y dejarme llevar, dejarme caer.
Perdonar las circunstancias, hacerme amiga de lo que no es como quisiera, amar sin peros y entender que a veces que no sea justo no quiere decir que esté mal.
Aprender a convivir con eso pero escucharme; nunca tirar más allá del punto donde voy a romperme.
Que el viento me levante y me aleje de ese centro al que estoy tan aferrada para dejar de sentir que el peso de ser me hace chiquita.
Deshacerme de todos los nortes conocidos para quizás así encontrar el propio.
Que no importe, que no me importe.
Que si me importa, que no me duela.
Que aceptar no sea resignarse y comprender tenga algún sentido.
Pero en realidad... no sé lo que quiero.
Por eso en días así me vuelvo letras.
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