jueves, 29 de octubre de 2015

LL de lluvia




Cada tanto sale el sol. Brilla, caliente, y te hace cosquillas.
Pareciera que al fin todo va a estar bien.

Pero después el cielo se cubre de nuevo y descargue implacable el agua que siempre estuvo ahí, a la espera.

Hay días en que se me hace que el modo habitual del tiempo es llover
y el sol es apenas una tregua.

(Y pienso: qué temor el día en que en lugar ojos apretados ante tanta lluvia, yo me haga temporal)


lunes, 26 de octubre de 2015

M de mujer



Escucho. 
Comprendo.
Juzgo. 
Callo.
A veces grito.

Reconozco que no soy ni la primera ni la más especial, que tampoco seré la última. Me vibran en la sangre las mujeres que me precedieron, que me engendraron, que me hicieron esto que soy. Me doblo, sufro, me resigno, pero también me levanto, resisto, me rebelo como ellas y contra ellas. Llevo en mis células lo que fueron y lo que son, lucho en su contra y me arraigo en su ser porque no hay manera de formar mi identidad desprendiéndome de las suyas. Soy una continua bifurcación de las mujeres que llegaron antes de mí.

Me hago nido, refugio.
Acompaño.
Sostengo.
Me dejo sostener. 

Pertenezco a un género que no teme mostrarse vulnerable y al mismo tiempo niego constantemente esa esencia colocando sobre mí todas las corazas. Al final fracaso todas las veces porque la herencia es más fuerte y sólo hace falta un corazón que toque el mío para resquebrajar mis paredes y que por mis grietas salgan miedos y angustias y entre luz.

Agradezco que haya en mi vida mujeres con ese poder de desatar mis fantasmas. 

Engendro.
Crezco.
Maldigo.
Me enojo.
Me deshago.
Me rindo.

El mundo me engulle y dejo que entre por mis poros más polvo del que puedo soportar, creyendo que quizás esta vez sí pueda resistirlo. Como todo en la Naturaleza, me adapto al cambio y cuando no puedo hacerlo muero y renazco y vuelvo a morir mil muertes para volver a nacer todas las veces.
Soy un ser en constante transformación.
Algunas veces (tan sólo algunas) me hago más fuerte.  

Me duele el mundo. 
Me duelo.
Me escondo. 
Lloro.

El dolor de los mundos internos y externos se me hace nudo en la garganta y siento que me ahogo. Sublimo sueños en arte y vuelvo letras mis frustraciones para vivir. Espero demasiado de los demás y de mí misma, pero sólo hay cierta cantidad de decepciones que uno puede soportar, entonces libero de cargos al resto y espero mucho más de mí misma.
Casi siempre fallo.
A veces me perdono.

Me encapricho.
Me emparcho.
Le busco la vuelta.
Construyo.
Sano.
Sueño.
Me animo.
Juego.
Río.
Seduzco.
Me dejo seducir,
Pruebo.
Me arrepiento.
Me quedo.
Intento.
Te abrazo.
Temo.
A veces lo admito.

En el fondo, no sé ser más que mujer.


sábado, 24 de octubre de 2015

L de lista



Voy a escuchar en bucle esa canción que me invade en las noches de tranquilidad y voy a contarte todas las cosas que quiero hacer. Quiero un día ser impulsiva y subirme a un colectivo que me lleve a un destino incierto. Quiero recorrer la ciudad en bicicleta, correr una maratón y que lleguemos juntas, tatuarme en la piel lo que ya tengo tatuado en el alma. Quiero bailar y que no me importe nada, quiero subirme a una tela y que estés esperándome arriba, que me sostengas, enredarme en vos, que seamos una. Quiero un día componer una canción. Quiero tener mi casa en medio de las sierras y levantarme por las mañanas y ver tierra y arbustos y sentirme la mujer más afortunada del mundo. Quiero tres gatas que me sigan por la casa y me miren mientras escribo y que se acuesten conmigo a leer Cortázar y Benedetti y ronroneen para sentirnos todas bien. Quiero mañanas con el sol entrando por la ventana, Sabina cantando bajito y mis pies en las baldosas frías desperezándose con esmero. Quiero hacerme cuento y poema, quiero vivir de escribir y vivir escribiendo, quiero regalarte todas las letras que salen de mis venas. Quiero un recital en la playa y que bailemos abrazadas en la arena. Quiero animarme, quiero poder. Quiero pararme sobre los hombros de otro y caminar el parque desde ahí arriba, saltar de paracaídas, pintar una pared, ser la acróbata que se balancea de un trapecio a otro, ver una estrella boreal, andar en rollers, subirme a una montaña rusa, morirme de miedo con una película y después dormir entre unos brazos que me hagan recordar que todo está bien. Quiero aprender esgrima, física, tiro con arco y flechas, piano, acrobacia dúo, quiero aprender a cantar. Quiero decirte que sí. Quiero reencuentros, Navidades multitudinaias y alegres y ruidosas, un montón de sobrinos, amigos que se casen, cumpleaños infantiles, quiero que si quiero me dejen elegir no tener los hijos que la gente dice que todos deberían querer. Quiero un montón de idiomas, planes improvisados, amigas que se prendan a hacer las cosas que nunca hacemos. Quiero un pasaje de avión y Praga esperádome del otro lado del océano con los brazos abiertos. Quiero una casa que pueda llamar mía y que me espere cada vez que agarre la mochila porque necesite irme. Quiero querer, todas la veces, volver. 


Quiero convertir esta lista en recuerdos y sonreír.





martes, 13 de octubre de 2015

K de kilómetro



La distancia no la miden los cuenta-kilómetros
sino los anhelos y las ansias...

Se puede estar en mil lugares al mismo tiempo sin estar realmente en ninguno.
Descentrada, lejos de mi núcleo.
A veces tan extraña, tan no-yo,
y mi esencia perdida en lugares a los que no sé llegar.

No sé cuando me perdí.

Los kilómetros me separan de mí en todas direcciones, hacia adentro y hacia afuera.
La brújula extravió el norte y el bastón no pisa tierra firme hace tiempo.

Perdiendo el rumbo y el equilibrio,
avanzando con pasos tambaleantes,
buscando la guía.

Entre tanta bruma, saber que es momento de hacer las paces conmigo misma y con el mundo y pedirle a la cabeza volver
a donde el cuerpo la espera.
Ser toda yo donde sea que esté y volver a respirar como antes,
llenar los pulmones y gritar que de nuevo estoy en el camino.
Que el presente reúna la geografía, los pensamientos y el sentir,
recoger las piezas y estar completa otra vez.
Integrarme.
Y que el próximo colectivo no sea una huida sino un partir,
completa,
hacia ese lugar en el que quiero estar.






jueves, 8 de octubre de 2015

J de jugar


Del diccionario de la Real Academia Española:
Jugar.
1. intr. Hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse.


A veces me pregunto por qué, con lo lindo que es hacer algo con alegría, por puro placer, crecer pareciera que significa dejar de jugar. En qué momento decidimos que para ser responsables había que abandonar la rayuela o que para ser un buen adulto había que dejar de inventar historias. Cuándo renunciamos al pororó con caramelo o a las hamacas, si nos dimos cuenta cuál iba la última casita robada en un día de lluvia.

A mi crecer se me hace que es algo muy diferente a ser una versión gris y acartonada del niño que una vez fuimos. Si me dejan pensarlo un momento, se me hace que es algo así como asumir las responsabilidades de persona adulta sin perder la capacidad de asombro, la gracia y la alegría de la niñez. Hacerse cargo de lo que hay que hacerse cargo, dejar ir lo que hay que dejar ir y entre todo eso, hacerse tiempo para permitirse jugar. Para revolcarse con el perro en el pasto, para salir por la noche a perseguir bichitos de luz, para invitar a los amigos a jugar Serpientes y Escaleras hasta la madrugada. Para armar guerras de bollitos de papel, para acostarse en la terraza en las noches de verano buscando el lucero del alba y la cruz del sur y después inventar constelaciones que nadie más conoce. Para tomar chocolatada caliente en invierno y hamacarse en la plaza en una tarde de primavera, para sentarse en la arena a levantar castillos. Para armar un rompecabezas gigante o comprar un montón de golosinas para ver películas animadas en buena compañía. Para bailar como si nadie estuviese mirando o cantar a los gritos al compás del estéreo, para pasearse en el supermercado con un oso de peluche en el changuito. Para andar en bicicleta, saltar la soga, ir al circo y dejarse sorprender.

Que el que está creciendo así, jugando, salga a buscarnos a los demás. Y que el último grite "piedra libre para todos los compañeros", así nos salvamos todos


martes, 6 de octubre de 2015

I de infinito


Hay días así. Días en los que una se siente infinitamente pequeña en el Universo infinitamente vasto. Días en los que pareciera que la materia y la energía se mueven con violencia, completamente fuera de nuestro control, y nos arrastran ida y vuelta en direcciones en las que a veces no queremos ir.
Y parece, por un momento, que no importa cuanto lo intentemos ni que estemos haciendo nuestro mejor esfuerzo, pues ni siquiera así vale la pena. Ni siquiera así tiene sentido.

En cambio hay otros días en que la luz del cosmos brilla de adentro hacia afuera y de pronto no hay nada inabarcable porque todo, absolutamente todo, está contenido dentro nuestro. Nos sentimos (somos) la materia de la que está hecha el Universo. Los miedos son más enormes pero también lo son las seguridades, porque intuimos que incluso fallando, no podemos fallar. Todo es parte del mismo vaivén de la vida en el que no controlamos nada excepto a nosotros mismos. 
Y a veces ni siquiera eso. Pero está bien.

Los dioses esperan para deleitarse en nosotros, dice Bukowski. Podemos todo y un poquito más porque el éxito reside en haberlo intentado. En creer en el poder infinito de la mente y el corazón dispuestos y en intentarlo.
Que no importen lo que dicen ni lo que quieren hacernos creer, que no importen ni los obstáculos ni los demonios. Que mientras haya un abrazo que nos vuelva a unir las partes cuando sentimos que nos estamos quebrando, sólo cuente el hormigueo que nos despiertan las galaxias de posibilidades que se desperezan a cada vuelta de esquina. 

Y sonreír al darnos cuenta que a veces el Universo cabe en la palma de una mano.


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