domingo, 9 de agosto de 2015

Pixelada




“Armemos rompecabezas y tomemos mate hasta que se acabe toda el agua del mundo” me dijiste el otro día enredada en mí, cuando en lugar de hacer las cosas que tenía que hacer me quedé durmiendo la siesta con vos.

A veces todo el mundo cabe en un abrazo.

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Hace rato que renuncié a los colores lisos.
Solía ser muy estructurada y ahora no soporto los tonos monocordes, las planicies, los patrones uniformes.
Entendí que hay muchas cosas a las que no puedo resignarme y una de ellas es a una existencia gris.
A veces me llena la urgencia de descubrir qué es lo que estoy buscando, para guiar el camino y para no perder la línea de llegada cuando la cruce. Otras veces me supera la sensación de que estallo en mil direcciones diferentes, mi cabeza y mi corazón tironénadome hacia puntos que parecen incompatibles.
Las menos de las veces me digo que la búsqueda es, en realidad, el camino.
Que no haya certezas ni seguridades puede ser también una forma de vida.

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Escribo letras sueltas e incoherentes por las noches porque aunque vivo a fuerza de sol y sonrisas mi alma se lleva mejor con las estrellas y la melancolía siempre fue mejor inspiración.
En la oscuridad y el silencio escucho con más claridad los susurros que me atraviesan quedamente y me pregunto qué es lo que me quieren decir. Sospecho que ellos tienen mis respuestas.

(Tengo sobre mi mesa de luz las figurillas de un globo terráqueo y de una máquina de escribir y no entiendo cómo no comprendí antes que ellas dos solitas resumen -casi- todo lo que quiero para mí).

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Mi psicóloga dice que tengo que deshacerme del miedo a perder. Toda pérdida conlleva una ganancia, o toda ganancia conlleva una pérdida, plantea.
Cuando lo pienso creo que tiene razón.
Crecer es perder algunas libertades para ganar otras. Quedarse porque las pérdidas del avance nos asustan es una pésima decisión. Sino, al menos es un pésimo motivo para no moverse.

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Viví por años congelada en un espacio y un tiempo que no eran los míos y ahora conviven dentro de mí todas las etapas por las que nunca pasé. Soy el campo de batalla de la adolescente, la joven y la adulta que se rechazan y a la vez se niegan a dejarse ir.
Me gusta la adolescente que no fui porque es libre, inquieta, alegre. Porque canta en voz alta por la calle, porque se compra pastillitas de caramelo cuando tiene antojo, porque baila cuando quiere bailar y vuela cuando quiere volar y porque prueba, a ver qué pasa.
La joven se exaspera a veces porque todos parecen tener un camino menos ella.
La adulta siente que es momento de pasar a otras cosas y quisiera que la adolescente se detuviera un momento para poder planear y moverse hacia adelante. Lo que sea que eso signifique.
A la adolescente no le importa mucho nada pero cuando lo piensa se deprime un poco.

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Que me mires con tus ojos negros.
Verte ocupada y abrazarte por detrás y con mis manos en tu vientre dejarte besos suaves en el cuello que te hacen cosquillitas.
Perseguirte para molestarte y que te subas a la cama para pedir gancho. Que te rías de pura nerviosa y que me devuelvas las maldades a la hora de despertar, cuando quiero hacer fiaca esos diez minutos más que a vos te desesperan.
Y que todo así sea perfecto

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Abro agendas y cuadernos y caen papeles sueltos. Es gracioso pensar que soy un poco así, piezas sin razón de continuidad que quedan escondidas en rincones hasta que alguien los encuentra y se toma el trabajo de descubrir lo que yo dejé en ellas.
A veces sólo son idioteces.
Pero también de idioteces estamos hechos los hombres.

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Le escribí un mensaje a un amigo que ya no sé si llamar así para mandarle el día de su cumpleaños. En él le digo que a pesar de la distancia lo quiero mucho y que sigo guardando de él los recuerdos más bellos de lo que vivimos juntos. No creo que me entienda pero soy una convencida de que a veces las personas llegan para después marcharse y que a quien no quiere quedarse, hay que dejarlo ir. Y necesito decírselo aunque no lo comparta, para sanar.

El 9 es número de clausuras y yo no quiero dejar capítulos abiertos.

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Afuera llueve y en mi cuarto se quema un sahumerio de reina. Es el único aroma con el que inundo las cuatro paredes que me contienen. Se quema y me trae el recuerdo de seres que siempre van formar parte de mí.
Cada persona que llega se lleva algo nuestro y nos deja una partecita suya a cambio.

Somos también lo que otros han hecho de nosotros.


"This is a place where I don't feel alone
This is a place where I feel at home.

And I built a home
for you

for me"


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