miércoles, 15 de abril de 2015

Mientras tanto, no busques trabajo.


"No busques trabajo. 
Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás".


Soy un ser en búsqueda. En un montón de aspectos; uno de ellos, y uno de los que más me moviliza y me angustia y más me obsesiona, es el aspecto laboral. 


El 15 de septiembre de 2014, exactamente catorce días después de mi cumpleaños número 26 y cinco meses y medio antes de quedarme sin cobertura médica familiar por haber pasado el límite de edad que establece la legislación al respecto, terminó mi último contrato de trabajo. No era un gran trabajo: era pasante administrativa en una escuela terciaria municipal, gracias a un convenio entre la Universidad y la Municipalidad (que también existe entre la Universidad y algunas empresas privadas, que pagan mucho más que el sector público) que genera puestos de trabajo para estudiantes, empleos de 20 horas semanales, de un año y seis meses como máxima extensión. La mayoría de las veces no son grandes trabajos, más bien oportunidades que aprovechan el Estado y las empresas para contratar estudiantes para tareas varias en lugar de asumir el compromiso y el costo de contratar a una persona fija. En mi caso, lo único que tenía que hacer era escribir mails, atender el teléfono, inscribir a los alumnos cuando tenían mesa de examen, tomar asistencia, sonreír y tener paciencia. Nada que ver con la carrera que estudio, pero eso a la Universidad no le importa y a los empleadores menos. A nosotros, los estudiantes en general, nos sirve porque nos permite estudiar y hacer algo de dinero mientras tanto.

A mí en particular, me sirve (me sirvió) porque dinero claramente necesito para vivir pero, debo admitir, hay algo que me pone de los pelos y es el mero hecho de pensar que mi vida, de lunes a viernes (o a sábados, incluso), durante entre 8 y 12 hs. puede pertenecer a alguien más que no se a mí misma.

No es que sea vaga, no, para nada (bueno, quizás un poquito sí, pero vaga en algunos aspectos nomás; algún día me explayaré al respecto). Tampoco (mucho menos) es porque no me guste trabajar; todo lo contrario, pocas cosas detesto tanto como sentirme inútil. Pero si hay algo que detesto mucho más que eso es el sentimiento de que mi tiempo no es mío; de que primero viene el trabajo, la necesidad y la obligación irrefrenable e irrenunciable de ganarse la vida como sea, y después, en algún lugar detrás y a la sombra de eso, vengo yo, con mis sueños, mis deseos, mis aspiraciones y mis antojos de hacer de mi vida lo que quiera.

La verdad es que no se bien qué es lo que quiero, laboralmente hablando (de acuerdo, voy a ser sincera: ni laboralmente ni generalmente hablando). Trabajaría 12 hs. de ser necesario o de presentarse la oportunidad, si el trabajo que realizara me llenara de satisfacción; si fuese algo que me impulsara a salir de la cama en las mañanas y que me hiciera sentir viva, si me presentara desafíos para enfrentar, resolver y crecer. Mientras tanto, mientras tengo la posibilidad de vivir en casa de mis padres y de elegir, elijo. Y elijo escuchar a mi corazoncito inquieto que me dice que hay cosas a las que no quiere (no está dispuesta a) renunciar (todavía). Porque quiero seguir bailando y entrenando y ensayando seis meses para subirme a un escenario quince minutos, una vez cada cientos de días. Quiero seguir volando colgada de una tela, quiero seguir teniendo tardes enteras para mis amigas, mi familia o mi novia, quiero tener ratos para escribir, para leer, para mirar series, para tomar mate conectada conmigo misma, para pasear. No parecen grandes aspiraciones pero son cosas que amo y que hacen a lo que soy. 

Y mientras tanto de algo hay que vivir. Desde que en Diciembre agoté mis ahorros (mis preciados ahorros que eran para viajar y que terminaron pagando mis facturas) cosas he intentado. Me he suscripto a montones de páginas de búsquedas laborales y he mandado curriculums varios, aunque no tantos ni tan sistemáticamente como ha hecho Sis, que es una máquina y en cuatro meses consiguió empleo nuevo. O sea: lo hice un tiempo pero lo reconozco, estoy mal dispuesta, y cada curriculum para trabajo de oficina de 8 hs. lo mandaba pensando que no quería trabajar ahí así que, ¿qué posibilidades reales había de que me llamaran? El Universo escucha y obedece los más profundos deseos, y los míos no sé hacia qué dirección iban, pero doy por descontado que no iban hacia ahí.

Alicia: ¿Qué camino tomo?
Gato de Chesire: ¿A dónde quieres ir?
Alicia: No lo sé.
Gato: Entonces no importa.

(Lewis Carrol, "Los libros de Alicia")

Mientras tanto (mientras intento escribir la tesina que me permita recibirme, mientras busco mi vocación, mientras me busco a mí misma, mientras trato de desmadejar el caos que es mi cabeza, mientras tanto) busco y pruebo cosas. Cada vez que estuve al límite (los últimos pesos de mis ahorros, los últimos días de trabajo, las últimas lágrimas acostada en el diván de mi psico), el Universo me guiñó un ojo y me dio un respiro. En enero trabajé los domingos en un club de barrio, en febrero y marzo escribiendo reseñas para una página web (el sitio es Yelp Rosario y pueden ver mis reseñas acá) y en abril estaba empezando a desesperarme de nuevo (y mucho) cuando recordé que en algún momento me había propuesto vender lencería por catálogo y nunca lo había hecho. En una acción intempestiva muy poco propia de mí, una tarde en el centro cuando ya estaba por tomarme el cole para volver a mi casa entré a una casa de lencería mayorista, pregunté el precio de los catálogos y me compré un par sin pensarlo dos veces. Así que ahí ando, intentándolo, mientras tanto.

Con la perspectiva de un ingreso más o menos considerable y más o menos regular, mi cabeza se relajó y no sólo respiro más tranquila sino que de nuevo me siento con ganas de probar cosas, buscar caminos, mientras tanto. Que es el aquí y ahora en el que estoy parada y que se siente bien cuando no me gana la angustia por el dinero. Nietzsche decía: “Si, en todo lo que quieres hacer, empiezas por preguntarte: ¿estoy seguro de que quiero hacerlo un número infinito de veces?, esto será para ti el centro de gravedad más sólido”. Y yo sé qué es lo que NO querría hacer un número infinito de veces, y también sé cuáles son algunas de las cosas que sí. Ahora sólo me queda encontrar cuál de todas esas cosas o qué cosa nueva, además de darme alegría y placer me permite vivir. Pequeña búsqueda. Lo importante es no detenerse, porque el movimiento nos recuerda que estamos vivos y porque las oportunidades nos tienen que encontrar, precisamente, trabajando.

Como dijeron muchos en muchas oportunidades, pero que Risto Mejide expresó a la perfección:

"No busques trabajo. [...] Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro.

[...] No busques trabajo. Mejor busca a un ingenuo, o primer cliente. Reduce sus miedos, ofrécele una prueba gratis, sin compromiso, y prométele que le devolverás el dinero si no queda satisfecho. Y por el camino, gánate su confianza, convéncele de que te necesita aunque él todavía no se haya dado cuenta. No pares hasta obtener un sí. Vendrá acompañado de algún pero, tú tranquilo que los peros siempre caducan y acaban cayéndose por el camino.

Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.
Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día a día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. [...]
No busques trabajo. Sólo así, quizás, algún día, el trabajo te encuentre a ti."
(El texto completo, acá)
(Y otro texto de Mejide para sacudirte, acá. El título lo dice todo: "A qué esperas". Sin comentarios, vale la pena leerlo)



PD: Si alguien que está leyendo esto es alumno de la UNR y nunca en su vida se enteró que puede aplicar a pasantías, o si se enteró pero no sabe cómo es el asunto, he aquí el enlace al Centro Universitario de Pasantías. De nada ;)

2 comentarios:

Diana Laurencich dijo...

Me hacés acordar a mi hijo, solo que él ya asumió lo de que el trabajo lo encuentre a él. Un abrazo y suerte!

Unknown dijo...

¿Y tuvo suerte? Ojalá el trabajo me encuentre a mí también :)